El grito que nadie quiso escuchar

Gervasio Sánchez, retratado en Burgos el 17 de marzo de 2013. Fotografía de Guillermo Rivas

Gervasio Sánchez, retratado en Burgos el 17 de marzo de 2013. Fotografías de Guillermo Rivas Pacheco.

Gervasio Sánchez acusa a El País de ocultar desde 2005 la tortura en Irak por parte de soldados españoles

Flayeh al Mayali estuvo tres días en la base española de Diwaniya, en Irak, “con una capucha en la cabeza y las manos atadas. Indefenso, los soldados del cuartel le pegaron jornada tras jornada. No le permitieron dormir”, recuerda el fotoperiodista Gervasio Sánchez, en una conversación en Burgos el domingo pasado. Había sido detenido el 22 de marzo de 2004.

El Ministerio de Defensa le acusaba de ser “colaborador necesario” en la emboscada donde murieron siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El servicio de espionaje difundió entre los medios la sospecha de que Al Mayali era culpable porque, de repente, tenía mucho dinero y alguien le había escuchado enorgullecerse del atentado.

El iraquí era un hombre muy apreciado en las bases de Diwaniya y Nayaf, donde estaba la Brigada Plus Ultra. Había firmado una quincena de contratos con el Ejército español, incluso después del atentado del 29 de noviembre donde fallecieron los agentes. Y también ayudó como traductor a  periodistas durante la guerra. Entre ellos estaban los profesionales de El País y Gervasio Sánchez, que colaboraba con el medio.

En un hotel de Bagdad, varias semanas después, el fotoperiodista conoció la noticia de que Al Mayali había sido detenido en una base española. También supo que lo habían trasladado a la prisión de Abu Ghraib, “donde estuvo encerrado con miembros de Al Qaeda, que lo hubiesen matado si descubrían que colaboraba con los invasores”, explica Sánchez. Once meses después de ser detenido, el 17 de febrero de 2005, Al Mayali volvió a ser libre. Era inocente, no tenían ninguna prueba en su contra.

En esos días de incertidumbre, el fotoperiodista descubrió que la detención de Al Mayali no había sido comunicada “ni por el Ministerio de Defensa ni por el CNI a Fernando Andreu, juez de la Audiencia Nacional que había investigado el atentado en Irak”, argumenta. La causa, abierta el 4 de diciembre de 2003, se sobreseyó temporalmente por falta de información el 13 de febrero del año siguiente. “Andreu tenía que haber llamado a este hombre a declarar si de verdad tenían pruebas  contra él”, sentencia.

Finalmente, el juez recibió a Sánchez el 4 de marzo y le pidió toda la documentación que demostraba la  inocencia de Al Mayali. Aun así, Andreu no retomó el caso.

Por eso, el fotoperiodista intentó llamar a todas las puertas del estado de derecho. En su blog narra que escribió una carta al gabinete de José Bono, ministro de Defensa en esos años; telefoneó constantemente al CNI; habló con Félix Sanz, jefe del Estado Mayor de la Defensa, hasta el 2008, y actual director del servicio de espionaje y en 2007 denunció ante Javier Zaragoza, fiscal jefe de la Audiencia Nacional, la pasividad de Andreu. Tocó hasta en el más alto escalón del Estado: entregó un texto a José Luis Rodríguez Zapatero en el que recordaba que “la detención arbitraria de Al Mayali violaba varios artículos de la Convención de Ginebra en su cuarto protocolo (toma de rehenes y atentado contra la dignidad personal). Un hecho muy grave que afecta al Ejército, al Estado español y, con ello, a todos los ciudadanos de este país”. Nadie hizo nada.

Un vídeo con ocho años de retraso

Gervasio Sánchez también llamó muchas veces a la redacción de El País. En el diario había publicado, 21 días después de la detención, un perfil de Al Mayali donde cuestionaba con datos y testimonios los argumentos del Ministerio de Defensa. Después de esto, el periodista Miguel González, que cubría el tema en ese medio, se olvidó del traductor iraquí, de cotejar con él la información, y “solo dio espacio para la versión del CNI: el preso se había jactado del atentado y tenía mucho dinero de origen incierto”, reflexiona el fotoperiodista.

17032013. Gervasio Sánchez. Burgos. Guillermo Rivas.

“Hubiese sido muy fácil desenmascarar al servicio de espionaje” –recuerda– “porque Al Mayali tiene los contratos que firmó con el Ejército, que le daban mucho beneficio. Y, además, no hay ningún testigo que le haya oído jactarse del atentado al CNI”.

O, incluso, hubiese sido tan sencillo como que El País entrevistase a su antiguo traductor tras ser liberado. En cambio, el medio esperó dos años, hasta 2007, para conocer su versión. Su historia de maltratos en un limbo legal.

Sánchez sí estuvo en 2005 con Al Malayi. Le dio la palabra en La Vanguardia y en el Heraldo de Aragón. En el subtítulo del texto reflejó que el iraquí “recibió un trato inhumano y degradante por parte de militares españoles durante su interrogatorio”.

En ese momento, la respuesta política y de los medios fue escasa. Quizá porque, como Sánchez destapa en su blog, José Bono pidió a periodistas cercanos al PSOE que no criticasen a la misión española o estadounidense en Irak. La situación era tensa tras la orden de retirar las tropas. “Entre ellos estaba Miguel González”, subraya.

Ocho años después de esta denuncia de torturas, González publicó el domingo en El País un vídeo  donde tres soldados españoles patean a dos detenidos en un cuartel militar. “Esto no es una exclusiva, sino una filtración interesada. Y lo más grave es que quien lo ha hecho conocía este trato inhumano y no lo ha investigado”, recuerda Sánchez.

*Actualización (27 de marzo): El periodista de El País Miguel González ha respondido a través del Defensor del lector a las críticas de Gervasio Sánchez. En la nota, explica que no se desentendió del caso de Al Mayali porque publicó sobre su detención, posterior liberación y el hecho de que el juez Andreu no le llamase a declarar sobre el caso de los agentes asesinados. Además, también apunta que «la información se publica cuando se ha tenido la prueba, no basada en denuncias sin confirmar”.

Gervasio Sánchez ha refutado estas palabras en su blog, alojado en la versión digital del Heraldo de Aragón. Según argumenta, tras la detención del traductor intentó que los responsables de Internacional del periódico asumiesen la gravedad de obviar los hechos. Pero no le escucharon. «Me di cuenta de que una extraña nebulosa se había instalado en el diario, que algunas personas habían cuestionado la integridad de Al Mayali y habían transmitido a los responsables dudas sobre su personalidad», reflexiona.

El cruce de hechos y testimonios puede ser un ejercicio útil para el periodismo. Queda la duda de qué pasó entre 2004 y 2005 en la redacción de El País. ¿Por qué hasta el año 2007 Miguel González no entrevistó a Al Mayali? Cualquier respuesta puede ser cierta.

Y están las conversaciones privadas  y la nebuolsa que cita Sánchez. La presión de José Bono para que no se informase sobre las torturas, los temas delicados de la guerra. También son indemostrables, por supuesto.

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