El último exilio de los cristianos iraquíes

Waadallah es profesor universitario, periodista, poeta y habla cinco idomas. En agosto de 2014 huyó de Irak ante la ofensiva del ISIS contra la ciudad de Qaraqosh. Ahora vive refugiado en  Jordania | Javi Julio/Nervio Foto

Waadallah es profesor universitario, periodista, poeta y habla cinco idomas. En agosto de 2014 huyó de Irak ante la ofensiva del ISIS contra la ciudad de Qaraqosh. Ahora vive refugiado en Jordania | Javi Julio/Nervio Foto

El avance de ISIS ha obligado al exilio a miles de cristianos iraquíes; varios grupos se refugian en un monasterio de Amán

Texto de Laila Muharram Rey y Daniel Rivas Pacheco

Ammar Zaki pasa con el dedo las fotografías de su móvil. “Mira, mira, esta era nuestra iglesia: la Inmaculada Concepción”. En la primera imagen se ve una nave alargada, una torre y la cúpula. En la siguiente, los bancos están corridos y amontonados. Hay cascotes por el suelo y los cristales están rotos. Zaki, cristiano iraquí, añade: “Hace unos meses el ISIS voló una iglesia antigua de Mosul y nosotros no tenemos noticias de cómo está la nuestra”.

Tras la declaración, baja la cabeza y se revuelve en el sillón de la casa parroquial de un monasterio de Amán, Jordania. Está sentado con su amigo Saef Tomas, que aprieta un rosario y pasa las cuentas. Los dos escaparon hace seis meses de su ciudad, Qaraqosh, a 30 kilómetros de Mosul y desde entonces se refugian aquí. Era el 6 de agosto y los peshmerga, los soldados kurdos, se retiraron de la población para centrar su defensa en Erbil.

No hubo batalla por ese pedazo de tierra asiria, la capital de los cristianos de Irak, un escenario histórico regado por el río Tigris. La milicia local no podía enfrentarse contra las tropas del Estado islámico. Y el ejército iraquí ya había huido meses antes de la zona, cuando Mosul fue capturada.

A medianoche, de forma súbita, comenzó la evacuación. “Las campanas de las iglesias empezaron a sonar y coches con megáfonos recorrieron la ciudad alertándonos”, recuerda Zaki. “Salimos con la ropa que llevábamos puesta, no tuve tiempo ni de cerrar la puerta de mi casa”, añade.

La ciudad se vació en apenas dos horas. Qaraqosh, con 50.000 habitantes, ocho iglesias y solo una mezquita, quedó desierta. En ese éxodo, se sumaron los cristianos que ya habían huido meses antes de Mosul o de otras poblaciones invadidas en Irak por las tropas del Estado Islámico. Sobre esa carretera, los exiliados estaban dejando atrás sus casas, sus iglesias y su cultura. Casi nadie aceptó las exigencias de los invasores: convertirse al islam o pagar un impuesto.

Ammar Zaki, 30 años, casado y padre de dos hijos, levanta la vista y se enjuaga los ojos. Ha detenido la narración. Respira. Sus ojos están ahora más abiertos: son azules, muy intensos. “Mira mi rostro, mis rasgos. Nosotros somos asirios y cristianos de la iglesia siria. Tenemos la piel clara y muchos somos rubios. Hablamos la misma lengua en la que Jesús le dijo a Dios en la cruz: Señor, ¿por qué me has abandonado? Y durante siglos hemos protegido nuestras tradiciones,  juntos en esta tierra”.

Adiós al Vaticano de Oriente

Es domingo en Amán y Joseph Abba oficia misa en un templo católico. Él es el obispo de la iglesia católica siria en Bagdad. Esta es una de las ramas del cristianismo oriental presente en Irak, junto con la tradición romana, siria ortodoxa, caldea y malankara.

Abba está visitando el país donde se han refugiado más de 7.500 fieles. Hablará con ellos antes de ir a Roma y reunirse con el papa Francisco. La sala está abarrotada para verle. “Allá donde vayáis, conservad nuestra lengua y nuestras tradiciones. A pesar del exilio, nosotros siempre seremos los cristianos de la tierra de Jesús”, les exhorta.

Entre los fieles que han ido a escuchar al obispo, está George Bhanan, un ingeniero químico de Qaraqosh, Irak. Es de la misma ciudad que Ammar Zaki, el religioso Joseph Abba y muchos de los cristianos iraquíes refugiados en Jordania. “Qaraqosh era conocido como el Vaticano oriental. Y ahora todos estamos en el exilio. Yo me marcharé a Alemania donde vive mi hijo”, narra Bhanan, “y muchos se irán a Estados Unidos o Australia. Por eso, tenemos miedo de que nuestra cultura desaparezca en la diáspora”, concluye.

Refugiados en invierno

Desde septiembre, Zaki, su amigo Saef Tomas, sus familias y una treintena de cristianos iraquíes viven en la casa parroquial del monasterio católico de Marka, a las afueras de Amán. Otro grupo de 85 personas se refugia en una iglesia armenia. Y algunos están gastando sus ahorros en alquilar pisos en la capital jordana. Los que no han podido abandonar el país, unos 120.000, sufren el invierno en el Kurdistán, en un territorio amenazado por el ISIS. Entre ellos están los padres y los hermanos de Zaki.

Tomas pasa con el dedo las fotografías de su móvil y cuenta: “Aquí, con mi mujer y mis hijos en París y estas, en Alemania. Son de junio de 2014”. Dos meses después huyeron de Qaraqosh y en diciembre han celebrado la Navidad en el suelo de mármol de un monasterio de Amán.

Allí las habitaciones están divididas por telas colgadas del techo al frente y en los laterales, para delimitar las paredes y las puertas de cada familia. Dentro tienen un colchón largo y ancho para todos los miembros y una mesa con sillas. En el pasillo, la ropa recién lavada se seca en cuerdas tendidas de lado a lado, en paralelo a las ventanas, por donde entra el sol del invierno. Y al final del corredor está la cocina común y los baños.

Zaki se sienta a comer en una mesa del pasillo con su hijo Ethan, de dos años, su hija Athena, de 11 meses y su mujer Althraa, de 20 años. Junto a su familia está la de Tomas. Hablan entre ellos y comentan que han sido afortunados porque pudieron salir rápido de la ciudad iraquí de Erbil hacia Jordania. Solo estuvieron un mes refugiados en una iglesia.

De la cocina común sale la mujer de Zaki con una gran bandeja de arroz con pollo, patatas fritas, guisantes y otras verduras. Ella también tiene la piel pálida y sus ojos son marrones claros como los de su marido. Hoy para comer ha preparado biryani, una comida típica iraquí.

Sus dos hijos llenan un plato hasta la mitad y salen corriendo escaleras abajo al patio del monasterio. Zaki comprueba que se han ido para explicar que él está preparado para aguantar en Amán seis meses, un año, lo que haga falta hasta que consigan un visado para otro país. “Pero mis hijos no pueden vivir así. Son pequeños pero se dan cuenta de que ya no están en su casa. Aquí hace frío, no tienen cómo entretenerse, echan de menos a sus amigos y a sus abuelos. Casi no salimos del barrio”, relata.

Y entonces Zaki se envalentona porque ha nombrado a su padre y cuenta con orgullo: “Fue el último en salir de Qaraqosh. Todos nos íbamos y él decía que no iba a abandonar su propia tierra, que antes prefería morir en su casa que tener que huir. Finalmente se marchó a las 3.30 horas de la mañana y caminó hasta Erbil una parte del viaje”.

Después de comer, los niños están más tranquilos, cansados de jugar, y se marchan con las madres a echarse la siesta. Saef Tomas mira otra vez fotografías en su móvil: “A veces, se las enseñamos a los pequeños como un ejercicio de memoria, para que no olviden cómo era nuestra casa y sus habitaciones”. Tomas, 34 años, casado y con 2 hijos, trabajaba de organizador de eventos en Irak y ayudaba a su hermano Yacob, que también está en el monasterio, como fotógrafo.

La fatiga de esperar

El padre Khalil, el religioso que dirige el monasterio, está desbordado. No para de buscar ayuda. Diariamente alimenta a 150 personas entre los que viven en el monasterio y los que vienen de otros barrios de Amán. “Son 10.000 euros diarios en comida. Mensajeros de la paz, desde Madrid, me envía la mitad. El resto: hay que seguir trabajando”, analiza.

Hace tres meses, se reunió con el Papa Francisco y le explicó la situación. La Iglesia, en su opinión, no ha sabido reaccionar ante el éxodo de la población del norte de Irak. Por eso, le pidió que presionara al Gobierno jordano para que permita trabajar a los refugiados que viven en el país. Khalil regaló al Papa un pin con el fondo negro y una letra árabe pintada en dorado, parecida a una u con un punto en medio: “Es el nun, la primera letra de la palabra Nasrani (cristiano). El ISIS ha pintado así las casas de los enemigos, a quienes se puede desvalijar sin carga de conciencia. Y yo quiero convertirlo en un símbolo de la resistencia cristiana”, explica el sacerdote.

Los cristianos en Irak “tenían un buen nivel de vida, parecido al de una familia media occidental”, comenta el padre Khalil. “Y ahora sus habitaciones no son más que cortinas separadoras. Comen cuatro pollos para ocho familias. Y, a pesar de todo eso, son nobles y aguantan”, remata.

El padre Khalil está sacando poco a poco a los refugiados de allí para que se muden a pisos que él alquila. “Aquí hace mucho frío, no tienen intimidad y las enfermedades podrían propagarse fácilmente”, explica.

Una de las 14 familias que se han mudado a un apartamento es la de Emad, un hombre de 56 años con el pelo canoso y la cara ovalada y larga, con arrugas profundas en el rostro y las manos. Vive con otra familia en una casa de cuatro habitaciones. En el salón, están los siete habitantes reunidos. Todos llevan el abrigo puesto y los dos hombres mayores visten una kufiyya, el tradicional pañuelo oriental, rojo y blanco al cuello.

Las paredes son de piedra y el suelo está desnudo, sin alfombras. En una de las estancias tienen goteras. Y en la calle sigue lloviendo. En la casa no hay nada de decoración a parte de un árbol de Navidad de unos treinta centímetros que está encima de una balda.

Emad pide por favor que no les saquemos fotos y que no escribamos sus nombres verdaderos. No sabe si algún día volverán a Irak. “Quiero poder vivir sin miedo”, añade.

Piden confidencialidad aunque reconocen que Irak es el pasado. La familia nombra en voz alta países donde recomenzar. “En Suecia” donde vive el hermano de Emad. Mientras esperan ese momento, se aburren. Zaki pregunta: “¿Qué hacéis durante el día?”, y responden casi en un sola voz: “Dormir, comer y dormir”. Y se ríen porque de repente su vida actual es absurda.

Zaki, se levanta y pregunta: “¿Cuántos profesores hay en la sala?”. Y, además de él -—que enseñaba Arte en el instituto porque le encanta Salvador Dalí—, alzan la mano otras dos mujeres. “El 70% de los maestros de Qaraqosh éramos cristianos. Nos fuimos todos así que ahora muchas escuelas están cerradas y en las que el ISIS ha dejado abiertas casi no hay profesores”.

De la cocina, sale una hija de Emad con una bandeja, sirve café y pregunta: “¿Dónde podemos ir?”. Y, después: “¿Cómo podemos entrar en España?”.

Publicado en el número 1687 de la revista Tiempo el 20 de febrero de 2015.

Mi serie fotográfica del tema:

En el monasterio de Marka, en Amán, un anciano lleva un pin con la letra árabe nun que el ISIS dibuja en las casas de los cristianos | Daniel Rivas Pacheco

En el monasterio de Marka, en Amán, un anciano lleva un pin con el símbolo nun que el ISIS dibuja en las casas de los cristianos | Daniel Rivas Pacheco

Ammar Zaki, cristiano iraquí de la ciudad de Qaraqosh, vive refugiado en un monasterio de Amán, en el barrio de Marka | Daniel Rivas Pacheco

Ammar Zaki, cristiano iraquí de la ciudad de Qaraqosh, vive refugiado en un monasterio de Amán, en el barrio de Marka | Daniel Rivas Pacheco

La gran mayoría de los cristianos del norte de Irak descienden de la raza asiria: son rubios, pelirrojos; y muchos tienen los ojos azules | Daniel Rivas Pacheco

La gran mayoría de los cristianos del norte de Irak descienden de la raza asiria: son rubios, pelirrojos; y muchos tienen los ojos azules | Daniel Rivas Pacheco

En el monasterio de Marka los niños no tienen muchas distracciones, son conscientes de su situación como exiliados | Daniel Rivas Pacheco

En el monasterio de Marka los niños no tienen muchas distracciones, poco a poco comprenden que no van a volver a su casa | Daniel Rivas Pacheco

Los cristianos de Irak han sustituido su nivel de vida, asimilable muchas veces al europeo, por una vida de beneficencia | Daniel Rivas Pacheco

Los cristianos de Irak han sustituido su nivel de vida, asimilable muchas veces al europeo, por una vida de beneficencia | Daniel Rivas Pacheco

En el monasterio de Amán, el padre Khalil alimento a 150 refugiados iraquíes a diario | Daniel Rivas Pacheco

En el monasterio de Amán, el padre Khalil alimento a 150 refugiados iraquíes a diario | Daniel Rivas Pacheco

 Joseph Abba, el obispo de la iglesia católica siria de Bagdad oficia misa en un templo de Amán | Daniel Rivas Pacheco

Joseph Abba, el obispo de la iglesia católica siria de Bagdad oficia misa en un templo de Amán | Daniel Rivas Pacheco

Un parte de los cristianos de Irak son fieles de la iglesia siriaca y sus liturgias son en lengua asiria, descendiente del arameo | Daniel Rivas Pacheco

Un parte de los cristianos de Irak son fieles de la iglesia siriaca y sus liturgias son en lengua asiria, descendiente del arameo | Daniel Rivas Pacheco

En la iglesia de Marka, se celebran misas los sábados y domingos para las comunidades cristianas de Oriente Medio:  la católica siria,  la tradición romana, la siria ortodoxa, la caldea y la malankara. | Daniel Rivas Pacheco

En la iglesia de Marka, se celebran misas los sábados y domingos para las comunidades cristianas de Oriente Medio: la católica siria, la tradición romana, la siria ortodoxa, la caldea y la malankara | Daniel Rivas Pacheco

Las misas de los cristianos iraquíes se celebran en siriaco o en árabe en función de la rama de la religión que sigan  | Daniel Rivas Pacheco

Las misas de los cristianos iraquíes se celebran en siriaco o en árabe en función de la rama de la religión que sigan | Daniel Rivas Pacheco

Los niños en Amán van a clase en los colegios católicos, como el del monaterio, pero se sienten desubicados en el Jordania | Daniel Rivas Pacheco

Los niños en Amán van a clase en los colegios católicos, como el del monaterio, pero se sienten desubicados en el Jordania | Daniel Rivas Pacheco

Los cristianos del norte de Irak esperan que algún país les conceda el asilo político, a través de la gestión del Acnur. La mayoría tiene familia en Estados Unidos, Suecia o Australia. Su exilio amenaza la continuidad de su cultura | Daniel Rivas Pacheco

Los cristianos del norte de Irak esperan que algún país les conceda el asilo político, a través de la gestión del Acnur. La mayoría tiene familia en Estados Unidos, Suecia o Australia. Su exilio amenaza la continuidad de su cultura | Daniel Rivas Pacheco

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